Para vestir santos. Es lo que decían los murmullos pronunciados para que no los oyera, aunque costara poco saber lo que insinuaban. Ni he vestido santos, ni he remendado calcetines de nadie. Habré escuchado runrunes al pasar, pero los prefiero a broncas y reprimendas. Es cierto que no ha existido un hombre y su apellido en mi vida. Y menos mal. Prefiero la diversidad de situaciones. Qué mal se entiende. Qué palabras más feas convoca. Se imponen desde el silencio con el que se pronuncian. Con el paso de las décadas, las desilusiones y los divorcios, han acabado llamándome señora.

