Calles nocturnas sumergidas en niebla, farolas que apenas alcanzan a iluminar un círculo de humedad a su alrededor. Edificios desaparecidos. Paisaje de un cuento gótico que nadie está contando. Ambientación de película de miedo, fantasmagóricas calles de suburbio londinense, pero ninguna cámara. Solo pasos por el empedrado de quien convoca recuerdos literarios al avanzar por la solitaria medianoche del día ya de Navidad. Y camina risueño como el niño que acaba de encontrar un juguete perdido hace tiempo. Cuando celebraba en la casa familiar las fiestas, la niebla solo era algo que le fascinaba al otro lado de la ventana.