Las razones de la existencia de lo que no existe emanan de la propia experiencia del tiempo y de la condena a la inexistencia, antes o después, de cuanto ha existido. A partir de esta evidencia es posible distinguir algunas pautas extrañas con las que el pensamiento ordena la realidad de un modo diferente a como había acontecido. La primera es la intrincada frontera, en cualquier hecho pasado, entre lo que ocurrió y lo que nunca pasó de tal modo. En consecuencia, la proyección hacia el presente de lo que ha existido se mezcla con lo que no tuvo existencia.