sábado, 23 de marzo de 2024

Cuentos del hada jubilada (octogésimo sexto)



Uno de los artistas plásticos que más aprecio es el humo. No todos los humos, claro. Me obnubila el de los cigarrillos rubios. Tan hialino y estilizado cuando emerge directo del tabaco, quieto sobre un cenicero. Es un lenguaje puro. En una época incluso estuve estudiándolo. Cómo sería la lengua que hablamos si los órganos de fonación pudieran emitirla desasistida de cualquier semántica. Una columna de sonido, parecida a la del humo, ascendería desde las bocas con idéntica inocencia. Lo malo es que enseguida el fumador retoma el cigarrillo, aspira y devuelve un humo lleno de significados pérfidos y egocéntricos.