Lo caminado permanece en la memoria del pie. Inscribe en la planta el significado que tuvieron los pasos. Nunca el lugar que atravesaron, para el pie la geografía carece de interés. Memorizan estados de ánimo. Los pasos cotidianos que ni siquiera se tiene conciencia de dar son sus predilectos. Los guarda para que guíen el cuerpo cuando se repitan. Y lo acostumbrado resulte más liviano que lo desconocido. Los medidos por la emoción del descubrimiento ni se molesta en registrarlos. Sabe que lo excepcional lo es porque ocurre solo una vez. ¿Para qué conservar lo que se convertirá en inolvidable?