Un traje colgado en un extremo del armario, cubierto con una tela blanca y bolas de alcanfor en los bolsillos. Lo llamaba Decisión. Se lo cortaron a medida hace años, después de ahorrar durante meses, contrastar precios en los sastres de la ciudad y consultar calidades del paño. Lo estrenó el día en el que se cumplía lo que había sido su gran decisión. De ahí el nombre de su traje. Meditada durante años y tomada para que, beneficiándole a él, no perjudicara a nadie. En el armario aguardaba otra decisión, aquella que ya no le correspondía tomar a él.