A veces entra por el cuadrado azul que ciega el patio un gorrión solitario. Revolotea ante la profusión de rejas y pronto descubre que nada le atrae en el agujero. Pero si por acaso advierte en la arena una semilla y desciende a buscarla, por atraparle algún presidiario se lanza al suelo, y cuando el pájaro, mucho más ágil, emprende la huida, lo insulta y ofende con un colérico diccionario. El resto, que le envuelve expectante, jalea el intento, y si en alguna ocasión lo captura, grita hasta la afonía, sin que ninguna voz haya entre las voces que aclaman.