El que siendo idéntico a sí mismo resulta desconocido. Impronunciable, aunque posea palabra que lo nombre. La sé. Me sujeta por la cintura desde que siendo niña descubrí las dimensiones del universo. Cualquier camino que emprendiera, allí iba. Y aun acostumbrándome a su presencia constante, nunca lo veía de cara. Desde las colinas de Ereso comprobaba cuán inabarcable era el ausente, y seguía con los juegos. Ahora son tus manos las del amante que recela. Y el escaso reino donde no reinas, las maderas húmedas que enfrían mis pies, es lo único que no eres tú, oh mar, el incógnito.