Hay algo en lo que se parece la mecánica del carrusel a las ideas que existen sobre la belleza. A las niñas y niños les excita el movimiento constante, pero madres y padres, sin embargo, están tranquilos, charlando, porque saben que tanta agitación no va a ninguna parte. Ni se mueve de lugar. Lo mismo ocurre con la naturaleza. Su carácter agreste y su permanencia cíclica excitaron a los filósofos, grandes constructores de tiovivos. A su semejanza se forjaron los ideales de la hermosura, y a semejanza de estos ahora se moldea el paisaje, tan inofensivo como quien lo admira.