Hay palabras, Cándida, con las que paseas a menudo, aunque no te pertenezcan todavía. Pudiera ser cualquiera, te dices. Este, aquel, elegante, informal. No hay estilo que lo entorpezca. Pero ninguno da el encuadre que sueñas para las frases en las que aparece la palabra «novio». De niña los veías llegar desde abajo, como casi todo, pero los novios de las vecinas eran siempre más altos y una aureola acompañaba cada gesto. Aprendiste enseguida a admirarlos y ahora ya sabes el halo que ha de brillar en los ojos que te hablen. Es el que tienen todos y ninguno posee.