Un simple bollo de pan partido en
dos, una galleta, una pastilla de chocolate. Al dividirlos en dos partes, solo ambas
se pueden volver a reunir. Una parte diferente, cortada de otro bollo, galleta
o pastilla nunca daría el conjunto original. Así, cuando alguien toma de la
mesa un panecillo y lo parte con la mano y entrega una mitad, solo esa mitad y la
que conserva consigo podrán reconstruir el panecillo primigenio. Igual ocurre
con las conversaciones. Son también una tableta compartida. Cada uno dice una
parte de la unión de dos. De nada sirve juntarlas a otra mitad.