A esta hora le gusta al puente dibujar paralelas sobre la cartulina oscura de la corriente. Los patos se espulgan el cuello en un acto que les parece de contrición a quienes, con el brazo al aire, fuman en las ventanas el cigarrillo de la sobremesa. La ciudad realiza sus ejercicios escolares con desgana. Quien cruza de una orilla a otra lo hace con la premura de no ser observado o con la parsimonia de quien, por no ir a parte alguna, necesita fotografiarlas todas. Nada hay que valga la pena contar. He abierto este cuaderno para volver a cerrarlo.