martes, 5 de febrero de 2019

Becquieriana / 149



En las cornisas más altas de la cara norte. Dentro de la enredadera que viste por completo la tapia de algún huerto. En las copas de los robles y de las encinas. A veces también en los erguidos pinos. Entre las paredes derruidas de algún viejo molino. Bajo la piedra que cierra un dolmen megalítico. En las azoteas de los edificios, a la sombra de las sábanas tendidas a secarse. En el cuenco de las antenas parabólicas. En el canal de una teja que el viento ha sacado de su lugar dándole la vuelta. Lugares donde los pájaros se aman.