sábado, 1 de septiembre de 2018

Maga Losnay, dietario # 601


Cuando agosto se pasea por la estación donde llegó con todo su calor a cuestas y se detiene a anotar los horarios del tren que ha de coger de regreso al calendario, es, sin duda, época de moras silvestres. Un sombrero de paja, una camiseta de las que están a punto de quedarse para trapos, una cesta en el antebrazo y por recorrer los caminos tantas veces recorridos. El placer de coger moras no procede de su sabor, astilloso y casi amargo, sino de la memoria. De las tardes que salí a buscarlas siendo la misma niña que ahora soy.