jueves, 13 de septiembre de 2018

# 604


La madrugada arrastra por los suelos el bajo de sus faldones. Amplios, acampanados, de otro siglo. Las rozaduras han desvirtuado el encaje que remata el vestido y sobre su calado el polvo inscribe un zócalo oscuro. Se mueve con lentitud y cada gesto olvida un sonido en el aire. Con una bandeja vacía en las manos recorre las estancias. Nadie ha sabido si trae o retira algo. Ni qué. En los suelos de madera el tacón de sus zapatos resuena como música de los campanarios. Sobre las baldosas, da golpes de percusionista novato. Ni qué deja ni qué se lleva.