miércoles, 20 de junio de 2018

Becqueriana / 140



Llueve. Y de repente arrecia. Tambores sobre la realidad. Igual que si alguien hubiera lanzado un grito ante el máximo horror. La marquesina los recoge. Una barca en mitad de un océano iracundo. En el bolso de ella no hay paraguas. Tampoco en el macuto de él. Cuando han salido lucía el sol. Y ahora diluvia. Ni los autobuses llegan, solo pasa un río de agua por el lateral de la calzada. Bajo la marquesina, ven llover. En una isla solitaria. Un brazo por el hombro, el otro alrededor de la cintura. El agua golpea el frágil techo con ganas.