Regreso al atardecer con un ramillete en la mano, los versos que he encontrado entre la hierba que bordea el camino. Un poema silvestre. Solo puro contenido, sujeto en el puño mientras la luz de la tarde se apaga como quien recoge las lonas que protegen del sol al mercadillo. Ya en casa le he buscado un jarrón con forma de soneto. Catorce flores con cuatro rimas combinadas. Lo he colocado sobre la cómoda y me ha parecido que el poema se sentía solitario. He buscado dónde descubrir más versos, pero solo estábamos tú y yo. Catorce caricias, otro soneto.