Ya no solo cambia el número. A veces el nombre del mes. Con los meses, la cifra anual. Cada día es, ahora, por fin, diferente. Cada jornada conserva un recuerdo distinto de su acaecer en el tiempo. Su almacén ha dejado de ser el calendario para instalarse en el territorio de la memoria. Cada fecha se siente orgullosa de sí misma. De lo que ofrece. De sus matices. De su singularidad. Y brinda, a quien quiera escucharla, noticias de su carácter. Cada día regala el lugar más propicio para ser vivido. Si hoy llueve, será el momento de pisar charcos.