De la lavadora la extraigo triste. Bueno, quizá solo arrugada y húmeda, pero con tantos pliegues y el agua que oscurece su viveza se parece a la melancolía. La extiendo con las manos y al extenderla es como si recobrara algo de alegría. Rugosidades aún abundan en el tejido, pero ya no mandan. Ahora las mangas, el talle reviven. Adquieren la forma que tuvieron antes de marearse en el centrifugado. Y en la cuerda, sujeta con dos pinzas de color combinadas con sus colores, al aire, revive igual que cuando un cuerpo la mueve con gracia y soltura. Tu blusa.