miércoles, 17 de enero de 2018

Becqueriana / 127



En el libro de la tarde quedan escritos algunos poemas. El que trazan las ruedas de la bicicleta sobre la arena del camino con caligrafía menuda pero infatigable. El que dibujan en el cielo las nubes blancas en letra meditabundas. El que sueñan los vencejos con su grafía acrobática. El que componen los tejados de la aldea, a lo lejos, cuando la mirada se da la vuelta al oír las horas en el campanario. El que transcriben las hormigas en filas que ascienden por los muros con trazos geométricos. Cuando se quede la página a oscuras, los recitaremos de memoria.