Escribes. La luz se arremolina en el suelo, junto a las sillas vacías, alrededor de los zapatos nostálgicos de los pies. Tus labios escriben en el papel de la piel palabras nuevas que ya conozco y palabras conocidas que nunca he sentido. El tiempo se tumba en el sofá con una novela policíaca en las manos. Estás escribiendo. La brisa baila un lento con las cortinas recogidas en un extremo de la ventana. La humedad de los labios inventa sensaciones en la espalda, un caligrama de estremecimientos que brilla a la caída del sol. Escribes. El día cierra los ojos.