A diferencia de los animales,
cuya contemplación exige pérdida de libertad, en nuestro reino el jardín no
supone humillación. Antes al contrario, se diría que es antes un invento
nuestro que de los humanos; más evolución vegetal que idea de los cuidadores.
Igual que ellos han alcanzado con el paso de los siglos conceptos más dignos,
como el de democracia, nosotros hemos culminado en el jardín el camino de
perfección. Y al igual, ay, que ellos traman recesiones y liberalismos para
mancillar logros, nosotros también sentimos como retroceso algunas perversiones
de nuestro paraíso, como el jardín municipal y el pipicán.