viernes, 12 de febrero de 2016

Dietario de sensaciones, 9


Este pequeño parterre, isla en el cruce de dos avenidas e inaccesible para los peatones a través del puente de listas blancas que facilita atravesarlas, tiene trazada una escueta senda en su ajardinado césped. Se puede caminar por las losas que lo cercenan, pero también yo, incívico rastreador de atajos urbanos, prefiero la tierra húmeda. Es curioso: este inmenso contenedor de memoria que es la ciudad, acaso el mayor que pueda existir real, es incapaz de recordar sus caminos, siempre sobre piedra o asfalto. Un andar desmemoriado, siempre, que no deja nunca el mínimo cauce. Salvo aquí, donde nadie pasa.