domingo, 9 de agosto de 2015

Cuaderno de tapas rojinegras \ 42


Un piano es siempre un lápiz. Con una línea traza el horizonte. Las montañas, la niebla que las corteja. Con un sombreado es capaz de darle intensidad a la luz. La crea cuando oscurece el blanco áptero del papel. Del silencio. Las notas, en ocasiones, se entrelazan como una trama cruzada que le añade al dibujo sonoro suavidad o aspereza, una sensación en la yema de los dedos que entra por los oídos. Por los ojos. Con círculos de arpegios se construye el movimiento. Sobre la lámina, en el aire. Un impulso que acelera los objetos. Que los hace bailar.