jueves, 23 de julio de 2015

Becqueriana / 72


Sus formas rojas son las últimas en aparecer cuando una lámina de luz empieza a deshacer la oscuridad. Pero al surgir entre los otros colores ya formados en el ojo, captan toda su atención. Pequeñas bolas encarnadas y brillantes colgadas de una mata o de un arbusto, frutos caprichosos que parecen regresar a la madrugada de una noche de fiesta, aún con la euforia en las mejillas y en la ropa. Se parecen los frutos rojos a los besos. Cuando aparecen en la luz absorben todas las sensaciones de los cuerpos, hablan por las palabras, le dan nombre al gozo.