sábado, 4 de abril de 2015

El pabellón dorado [11]


Llego de la calle más sabio. Nada he aprendido en ella si no he sido yo quien me he sorprendido subrepticiamente descubriendo algo. A espaldas de mí, ocultándomelo. Porque no es posible conocer lo que se espera conocer. Ni siquiera lo que se siente conocer. No hay saber nuevo en lo sabido. Y una vez sabido, empieza su lento deterioro. La espera de ser sustituido por otro conocimiento, acaso más preciso o tal vez más audaz. Pero siempre imprevisto. O mejor será decir, imprevisible. Un sonido nuevo, una textura desconocida, una palabra que de repente revela. Y soy más sabio.