domingo, 4 de enero de 2015

El pabellón dorado [2]


Lo que huele tiene también corporeidad. La rebanada de pan que se tuesta en la lumbre, el calor que vierte como una fuente la cafetera, el barro endurecido de la taza. El desvelado crea imágenes con aromas. El de los cuerpos que llegan del campo, el de los que salen el domingo por la tarde hacia el baile. Moldea volúmenes con fragancias. La acidez de las naranjas y de los limones, el dulzor de las fresas, lo floral de las manzanas. La salinidad que revolotea en el aire cuando el mar se encrespa y acaba por discutir todas las ideas.