sábado, 10 de enero de 2015

Becqueriana / 59


Lo mejor del día es cuando dejamos que nos hable la tarde. Que nos cuente el arroyo su vida nómada, la antigüedad mineral de su linaje, sus altas aspiraciones. Y lo haga con sonidos tenues, casi cansados, mientras le escuchamos, devotos siempre de los lienzos que pinta a cualquier hora con pigmentos desprendidos de la luz. Que nos reciten los peces de colores saltarines los poemas que aprendieron de memoria siendo alevines, cuando serpenteaban entre juncos. Que nos descubra la piedra de suave tacto su corazón enamorado. La paciencia con la que aguarda que la crecida la empuje. Y acerque.