Para Jesús Aguado
Que Ramon Llull —o quizá ya desde el principio Raymond Lully— conoció y admiró las filosofías orientales es bien sabido. Que le gustara también el jazz implica una condición de visionario que tampoco le es del todo ajena. Que fuera un enamorado de la contracultura no ha de sorprender a nadie que haya leído Blanquerna. Que pudo ser un poco hippie es fácil intuirlo en cualquiera de las estampas que lo retrata como gran barbado y un poco informal. Que le hubiesen interesado Howl y On the road es seguro. Que pertenezca a la Beat Generation no resulta tan raro.