viernes, 27 de junio de 2014

Becqueriana / 52


Los sueños se desplazan por la piel como caricias. Mecen el cabello cuando el sueño sale en plena noche con una túnica blanca para escuchar la canción del río. Enrojecen las mejillas los sueños voladores, aquellos que transitan entre estrellas que amaestran los pétalos de luz. Cosquillean en el cuello los sueños diminutos, versos despistados que de repente miran alrededor y no encuentran el poema donde nacieron. Estremecen los brazos los sueños que avanzan por un trigal, crecido y espeso, en el que las amapolas señalan el rumbo. Vibran las manos cuando sueñan que son la caricia de un sueño.