domingo, 9 de marzo de 2014

Becqueriana / 41


El blanco viste la desnudez tendida entre unos brazos. Es el blanco del horizonte, allá, sobre la lejanísima caricia que el cielo parece entregar al mar. El blanco de la palma de una mano cuando se acerca a una melena revuelta para peinar su desconcierto. Blanco de las coladas tendidas en las ventanas de los barrios populares, colegiales que saludan ruidosos desde el tren que les lleva hacia el final de la infancia. La delicadeza, la tenacidad, la alegría tejen sobre la piel un vestido de nieve cálida, de arena dulce, de silencios amables. Cuando se amanece entre unos brazos.