domingo, 27 de octubre de 2013

Merceditas


Un pequeño arcón de madera, con cierre de gancho, feo. Cursi. Venía con polvorones. Tonto regalo de Navidad. Fue cambiando de lugar en el piso hasta aparecer un día junto al cubo de la basura. De ahí lo rescaté. Por nada. Lo dejé en un rincón del armario. De vez en cuando, si busco uno entre los leggins que amontono encima, lo veo. Veo su vacío. Su inutilidad. Ni cartas de amor, ni siquiera secretos. Jornadas idénticas, eso sí. Horarios, también. Me gusta el cine para imaginarme vidas. Pero cuando encontré aquello, enfundado, flexible, ya supe qué guardar. Qué aguardar.