miércoles, 17 de julio de 2013

Becqueriana / 23


Las palabras mantienen armarios, altillos, trasteros, desvanes e incluso cobertizos donde guardan montones de significados que no muestran cuando exponen su caligrafía. Quien las lee suele quedarse con el sentido que luce en el escaparate, sin ir más allá, sin indagar donde un simple trapo del polvo devuelve brillos antiguos o sabores ya desaparecidos. En cada palabra está inscrita también la luz que la iluminó y el tacto de la madera que sostuvo su escritura, los sonidos que pudo oír antes de viajar hasta el oído, donde al ser pronunciada enciende recuerdos tal vez inexistentes. Las palabras usan doble fondo.