jueves, 6 de junio de 2013

Newburgh Street


Las noches de verano dejo la ventana subida. Un palmo. Hasta la altura de la jardinera. Mi idea es que las plantas filtren el aire de la ciudad y lo esparzan por el cuarto con un ápice de su fragancia. Son ideas teóricas, porque lo único que cuela la ranura son retazos de conversaciones entre quienes van en busca de un milagro hacia el pub de la esquina. No puedo decir que no me dejen dormir, porque mi insomnio es capaz de señorear hasta un lunes de febrero nevando. Antes diré que ese poema fragmentado ameniza las soledades del verano.