Demasiado elegantes. Y severas. Esas casas grises, idénticas. Salvo quien ha pintado de rojo la puerta. Tamaño idiota. Seguro que lleva el pelo oxigenado. Gafas de pasta gorda. Pantalones verdes. Verde mermelada de ciruela. Dios, si lo estoy viendo. ¿No será su padre el tipo de la puerta roja? Quién lo sabe. Esas ventanas como tableros de ajedrez sobre la mesa justo antes de empezar el campeonato del distrito. Me llenaron la cabeza con lo de que tenía posibilidades. Aquel tipo me vapuleó. Y ahora conozco a una chica y me cita en esta plaza, tan demasiado elegante. Para mí.