Les dice «Ahora vuelvo, no os larguéis» y se adentra en el callejón con el gesto de quien aparta una cortina. La oscuridad es lo que busca, lo descubre mientras se desabrocha la cremallera y trata de localizar el hueco. Con cierta prisa. Había decidido beber una cerveza y lo ha cumplido tres veces. De ahí la urgencia. Se curva, hombros atrás, cintura hacia delante. Orina. Desde la esquina lo veo. Un chorro que dibuja un arco sobre la pared en la que nos habíamos apoyado para besarnos. Se sacude. Cuando vuelve, sus amigos se han marchado. Tampoco me consuela.