sábado, 17 de noviembre de 2012

1958


No eres losa, ni mayúscula de epitafio, ni amapola marchitándose sobre la piedra. Aunque roca, caligrafía fúnebre y pétalos desprendidos por la lluvia sea tu presencia, ahora. Lo único que me colma cuando alguien se aviene a empujar mi silla de ruedas hasta ti. No eres ya tampoco quien fuiste, y a mí me dejas deshabitado de mí mismo, espurio, recién nacido a la desaparición. Niego con ira que seas las fechas que ensartan tu nombre. Lo vivido no crea números, sino conciencia. Y ese numen, espíritu, esa armonía emerge, la presiento, del granito, de sus hendiduras. De la rosa.