No te reconocía, mujer; no pienses mal, claro que estoy encantado de verte
y saludarte. ¿También yo he cambiado tanto? No era más tersa y brillante la
fruta del manzano que tu piel. (Ni lo es ahora menos la pieza que cae al suelo
y asaltan los escarabajos). ¡Cuánto tiempo, Eva! Desde que nos desahuciaron y
nos separamos solo he dado tumbos, trabajos eventuales, ya sabes, poca cosa, ¿y
tú? ¿Que si me he casado? Quia, nadie ha querido cargar este saco de huesos, ni
siquiera Lucifer. Aquí estoy. Esperando un plato de sopa recalentada de la
beneficencia. Como tú.