Joan Llimona. Noia estirant-se (1916)
La desaparición de temas y motivos religiosos a veces no desacraliza la
pintura. Lo que la pintura muestra también puede comprenderse como una imagen
de lo sagrado. La muchacha que se vuelve de espaldas al pintor y se estira con solitaria
desinhibición, la cesta de la comida en el suelo y la barca aún amarrada puede
ser leído como signos que caligrafían la trascendencia. El viento que zarandea
la falda de la joven, el paño blanco que preserva los alimentos. La salvación —la
plenitud— no está en los acontecimientos, en su solemnidad, sino en el presentimiento, en
su aparente vacuidad.