En junio te gusta madrugar, luz, para colarte
entre los listones de las persianas que no consiguen nunca cerrar del todo.
Buscas visitar los cuartos donde los amantes se entrelazan. Aunque te gustaría
trasnochar, luz, para disfrutar con sus rostros de encandilamiento, hay un
momento en el que se te caen los ojos y los cierras, y te pierdes, tumbada en
el sofá, el argumento de la película cuyo final conoces cuando te despiertas
para infiltrarte por las ranuras. Todas estas cosas las sé, las veo, pero tengo
una duda, luz, ¿contemplas las sábanas revueltas o también lo que sueñan?