Regalo de Reyes para G.
Los pasillos, demasiado estrechos para tantos acuarios, y la iluminación, excesiva. Cientos de pececillos, cientos de colorines arriba, abajo. El burbujeo de los filtros me mareaba. Lo confieso, me agobié un poco. Iba de un sitio a otro y me costaba seguirle entre la gente. Las alas chapotearon sin darme cuenta en un acuario de agua fría y la humedad se fue directa a la espalda. Me estaba poniendo enfermo aquel lugar. Pero de golpe lo vi, un indolente pez globo amarillo, cuadradito, no mayor que un taco de queso. Y mientras me quedaba embobado con aquello, se me escapó.