domingo, 4 de diciembre de 2011

A salvo de la tormenta

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José Manuel: A tu idea de sentirte con la lectura a cobijo de la helada tras los cristales le añado otra que quizá sea al mismo tiempo su opuesta y complementaria. Siendo muy joven (hoy habría pasado sin fijarme, seguro) y el Museo Dalí recién inaugurado, me impresionó una instalación con un Cadillac en el que dos o tres maniquíes (no recuerdo bien) en sus asientos, a modo de personas, soportaban un intenso aguacero, dentro del coche. Leer me produce siempre el mismo efecto: me siento a salvo de la lluvia que está cayendo delante, en las páginas del libro.