lunes, 12 de diciembre de 2011

Cupidesca seis

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Al levantar la cerveza un círculo de humedad me observa beber mientras mis ojos viven otra vida. Con el leve crujido del velcro al despegarse el vaso ciega de nuevo aquella protuberancia de agua que las luces de neón desfiguran sobre la mesa, testigo único de un sueño. No hay más oleaje que la piel desnuda. Y al cristal sudoroso de la bebida permanece anudada la amarra que sujeta mi cuerpo al muelle de la realidad. Pero el alma, ay, las almas. Ella se da la vuelta y en la mano agita el infinito, a un paso de la epifanía.