Ignacio Fortún. Una puta embadurnada de nivea, 1983
.
Como las peladillas de los bautizos. Dulzonas por fuera. Azules, rosas, según el bebé. También las había blancas. Al morderlas crujía la costra del azúcar y debajo encontraba una la almendra. A veces le amargaba un poco. Así mismo hubiera dicho yo, al tuntún, que era el amor; aunque, la verdad, hay demasiadas cosas con dos sabores. Los recuerdos son un ejemplo, siempre recubren sus frutos secos con azúcar glasé. Para que brillen, digo. Pero a mí el amor me parece como las peladillas porque si venían del bautizo, a la hora de pagar, se acordaban de regalarme una bolsita.
Como las peladillas de los bautizos. Dulzonas por fuera. Azules, rosas, según el bebé. También las había blancas. Al morderlas crujía la costra del azúcar y debajo encontraba una la almendra. A veces le amargaba un poco. Así mismo hubiera dicho yo, al tuntún, que era el amor; aunque, la verdad, hay demasiadas cosas con dos sabores. Los recuerdos son un ejemplo, siempre recubren sus frutos secos con azúcar glasé. Para que brillen, digo. Pero a mí el amor me parece como las peladillas porque si venían del bautizo, a la hora de pagar, se acordaban de regalarme una bolsita.