Los autores que nadie lee en su época seguirán sin ser leídos nunca o renacerán como clásicos. Nadie puede conocer el destino que aguarda a sus libros no leídos. Tampoco quienes les rodean pueden aventurar nada: las conjeturas de futuro se realizan sólo sobre autores comprendidos en su época y en general carecen de interés, puesto que valoran únicamente lo justa o injustamente que son leídos; es decir, su densidad de olvido. La memoria guarda lugar, siempre, para autores que nadie ha leído. Es el único aliciente del escritor en el margen. ¿Y si descubre que la memoria se extingue?