Con una clara absorción de la mecánica —a veces también de la métrica— del jaiku, Juan Marqués (1980) construye sus poemas sobre el suelo de la vida cotidiana, pero con el halo de irrealidad y misterio bien aprendido de las elipsis en la poesía oriental y su fijación de la atemporalidad: «La vida, más que un tiempo, es un espacio». Junto a las leves descripciones de lugar, en Abierto destaca un gusto casi aforístico por la lección moral y el juicio de lo contemporáneo: «Todo lo que se ve tiene sabor / y, no nos han creado / para hablar de dinero».