—¡Eh, tú!, ¿no sabes cómo se camina por un pasillo?
—¿Yo?
—Sí, tú, ¿nadie te ha enseñado que no se puede caminar tan lento? Muévete.
—Pero...
—¿No me has oído? Que te muevas. Que avances.
—Yo...
—No me contestes, ¿eh? Que te conozco bien. Me han dicho muchas cosas de ti. Ya veo que tenían razón en todo. Ni caminar por un pasillo sabes.
—Si yo...
—¡Te quieres callar, impertinente! Eres un impresentable. ¡Camina, he dicho!
—¡Ay!... Y no me insulte.
—¿Yo te he insultado? Encima mentiroso.
—¿Y si le dijera a usted lo que me ha dicho, qué pensaría?