Aún perplejo por la colección de figuritas de elefante que he visto, al abandonar los Encantes me llama la atención un puesto con ajetreo. El vendedor ha volcado sobre el suelo todo cuanto tenía, formando una montonera de objetos variados en la que escarba frenéticamente una docena de ancianos. Una señora, de peluquería, pregunta: «¿No tendrá una llave de paso del gas?» «¡Cómo no! Busque, busque». «¿Y una lamparita de noche? —otra de abrigo bueno— que se me rompió la que tenía». «Lo que me sobran son lamparitas de noche. Busque, busque». Cómo aburren a nuestros mayores las normativas europeas.