jueves, 12 de noviembre de 2009

Tempus sedet

En la campa de los Encantas llama la atención una enorme colección de relojes de pared, desvencijados y polvorientos, muchos sin manillas, grandes esferas de relojes comerciales, otros de cuco, mecanismos y piezas amontonados: un pequeño cementerio de tiempo. El fallecido sería relojero. La imagen le hubiera dado qué pensar a un filósofo. A mí me gusta sólo porque parece reproducir un cuadro barroco. El viejo que regenta el puesto reclama: Hassan, dile al señor cuánto vale ese. Y Hassan responde: trinta euro. Se enfada el comprador: Quia, si ni siquiera funciona. La gente pasa ajena a las horas inmóviles.