Foto: Masterafg. Rafael Obligado, 2008
El viento sudeste llega en ocasiones sin remite, como el sobre blanco de una carta con ribetes negros. Se asienta sobre los caminos y sus alamedas, junto a las tablas secas en las paredes de los cobertizos y hacia el horizonte, que ya no se ve, una niebla densa, pegadiza, incómoda. Los postes de la electricidad se adentran con pavor en ella, y los ojos los ven perderse. De ahí el malhumor con que se le grita al perro y se fustiga al caballo. Bajo el humo nada avanza. Ni la patada al balón del niño encuentra jamás la portería.